La 4T nunca se imaginó que el nuevo logotipo que ostentará el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), o para los entendidos de Santa Lucía, fuera motivo de burlas y reclamos en redes sociales, por la falta de creatividad y técnica en su diseño.
Dicen que por seguir con la estrategia de austeridad gastaron 3 mil pesitos, y pues lo que obtuvieron fue algo básico, antiguo y desgastado (un avión con una turbina envistiendo a una torre de control y a un mamut sobre las síglas del aeropuerto), muy similar a lo que culminará siendo este aeropuerto que nada más no termina de convencer a las autoridades aeronáuticas internacionales.
Y es que parece que el inquilino del Palacio Nacional, no entiende y no quiere entender nada de lo técnico y elaborado que debe ser la actividad aeronáutica; dirá que leer y comprender estos menesteres es de ¡fuchi huácala!, pero estas ideas terminarán saliéndonos muy caro a todos los mexicanos, y sobre todo a la industria turística.
Mire usted nada más lo que se nos viene encima. La Asociación Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos está a punto de entregar su último reporte de la auditoría que realizó a la Agencia Federal de la Aviación Civil (AFAC), que encabeza Rodrigo Vázquez Colmenares y, con ello, a la operación del sistema aeroportuario de aviación civil.
Los expertos perciben que aunque el Presidente Andres Manuel López Obrador pidió el mayor acompañamiento para este asunto, tanto el secretario de Comunicaciones y Transportes, Jorge Arganis, y el de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, como el de Turismo, Miguel Torruco han hecho muy poco en atender el tema. Además de que por los recortes presupuestales no hay recursos técnicos ni personal que supervise la red aeroportuaria y atienda una auditoria tan compleja como esta.
Esta auditoría es obligatoria para cumplir el Programa de Evaluación de la Seguridad Operacional de la Aviación Internacional (IASA) de la Organización de Aviación Civil Internacional. En Estados Unidos no se la juegan, ni andan haciendo las cosas sobre las rodillas.
La gran preocupación es que esto derive a una baja en el grado de seguridad aérea, de categoría 1 a categoría 2, que implicaría que ninguna aerolínea nacional como Aeroméxico, Volaris o Viva Aerobus puedan añadir rutas o frecuencias entre México y Estados Unidos -ni en código compartido-, lo que entorpecería la recuperación de asientos disponibles de avión tras la disminución por el Covid-19, y por consecuencia, el restablecimiento del flujo de llegadas de turistas estadounidenses -nuestro principal mercado-, a destinos turísticos mexicanos. Las operaciones actuales seguirían, pero olvídese de crecer.
El Gobierno mexicano ya se ha enfrentado una degradación, como sucedió hace 11 años durante la administración de Felipe Calderón Hinojosa, y en ese entonces la FAA encontró lo siguiente:
- Confusión en la adopción de normas de seguridad
- Inadecuada gestión del espacio aéreo
- Reglamentos insatisfactorios para la gestión de aeródromos y aeropuertos
- Pobre experiencia de operadores
- Insuficientes recursos para capacitación
- Débil reglamentación y descontrol en la emisión de licencias de pilotos
- Y falta de un manual de procedimientos en caso de accidentes aéreos
En ese entonces, la degradación generó en una pérdida de más de 500 mil asientos en los primeros tres meses, impactanto el turismo y el comercio binacional. Volaris declaró en su momento que dejó de percibir cerca de 20 millones de dólares en este periodo, ante la imposibilidad de iniciar vuelos a cuatro ciudades estadunidenses.
Por ello, la DGAC ahora AFAC se puso las pilas y logró resolver estas ineficiencias -cabe decirlo, generadas por una mala administración-, en cinco meses antes de que se cumpliera el tiempo perentorio, y se recuperó el grado 1.
Hoy en día, ¿qué tanto margen de actuación podrá dar la austeridad republicana si se diera un caso similar? La verdad, no quisiéramos saber. Mejor que la 4T ¡tape el pozo antes de que el niño se ahogue! ¿No cree?