Columna: Ciudad Abierta
por Gustavo Armenta
Mientras la gobernadora de Quintana Roo, María Elena Lezama Espinosa, firmaba en Madrid su adhesión al “Código Internacional para la Protección de los Turistas”, que impulsa la Organización Mundial del Turismo (OMT), los taxistas de Cancún tomaban esa ciudad operando como mafia y actuando como si en ese lugar no existiera autoridad alguna que les hiciera respetar la ley: lo mismo golpearon a choferes de Uber, bajaron a turistas de autos de esa plataforma digital y bloquearon el acceso al aeropuerto durante varias horas, sin importarles que muchos viajeros pudieran perder sus vuelos de regreso a casa.
Como si en Cancún no hubiera más ley que su voluntad, de nada sirvió que el 11 de enero el Pode Judicial otorgara un amparo a Uber para poder dar servicio en Cancún, Puerto Morelos y Leona Vicario sin tener que solicitar una concesión al gobierno, ya que no se trata de un servicio público, sino entre particulares.
El martes de esta semana, por lo menos cinco periódicos de circulación nacional: Reforma, Milenio, El Heraldo, 24 Horas y Contrarréplica publicaron en su primera plana, a gran tamaño, la fotografía de una patrulla estatal pick up de doble cabina llevando a turistas hacia el aeropuerto porque los taxistas suspendieron el servicio y, al mismo tiempo, impidieron que los Uber pudieran trabajar. Esa misma foto La Jornada la publico en su contraportada, en tanto que El Financiero tituló su segunda nota principal así: “Tolera Mara Lezama mafia de taxistas en Cancún; realizan bloqueos”.
Esta situación inusual y con tintes violentos, llevó al gobierno de Estados Unidos a emitir una alerta a sus ciudadanos.
También circularon en las redes sociales varios videos, uno de los cuales muestra a taxistas que bajaron de un Uber a una familia de turistas. Se trata de un matrimonio joven de extranjeros, con un niño como de ocho años que se queda junto a su padre, mientras la mamá carga a un bebé como de dos años y llorando muy asustada pregunta qué está pasando, mientras a un metro de ella un policía vestido de negro, con la cara cubierta con un pasamontañas y una metralleta cruzada en el pecho sólo observa la escena sin hacer nada. Alrededor hay otros policías que dialogan con los taxistas, tratando de negociar y mostrando una absurda tolerancia que raya en el miedo o en la connivencia o, de plano, en la complicidad con esta mafia. Sin duda, este video puede ser la mejor promoción a nivel mundial para tachar a Cancún de las futuras opciones de los turistas extranjeros y nacionales.
Históricamente, el gremio de los taxistas en Cancún, que suma miles, ha hecho y deshecho impunemente lo que ha querido en el principal destino turístico de México –y uno de los más importantes del mundo— sin que ninguna autoridad estatal o municipal haya hecho nada por impedirlo. Y esto incluye a la aún incipiente gobernadora Lezama, que antes de llegar a este cargo fungió como presidenta municipal de Benito Juárez, es decir Cancún.
Los sindicatos de taxistas cancunenses actúan como mafia porque la mayoría eso son, no solamente cobrando tarifas abusivas a los turistas –por eso se oponen a la llegada de Uber y otros servicios similares–, sino incluso como parte de las mafias del narcomenudeo. Todos en este destino saben que si quieres comprar droga, lo más sencillo es preguntarle a un taxista y él te llevará con un vendedor o, incluso, él mismo te la puede vender. Aunque hay que aclarar que, si bien algunos lo hacen como negocio, otros lo hacer forzados, obligados por los narcotraficantes que los amenazan si no entran al juego.
La feria turística de Fitur ya terminó en Madrid y la gobernadora Lezama ya está de regreso en Quintana Roo. Habrá que ver en estos días si se impone como autoridad de frente a este grave conflicto o si de plano permite que los taxistas amafiados la sometan en lo que todavía es el principio de su sexenio. De ser así, ya sabremos quiénes mandan en Cancún y en todo el estado: los taxistas y el narco.
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