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La industria turística de Perú sufre los estragos del conflicto político que vive el país

Dina Boluarte y la revuelta social en Perú
Dina Boluarte y la revuelta social en Perú

COLUMNA: CIUDAD ABIERTA

La revuelta social que estalló en Perú tras la caída del presidente de izquierda Pedro Castillo en diciembre pasado, y que aún continúa, ha comenzado a pasar factura a su economía, empezando por la industria turística.

Por Gustavo Armenta

Los seguidores de Castillo, que se encuentra preso, presionan de muchas maneras tanto para que sea liberado, como para que la presidenta Dina Boluarte, quien era vicepresidenta y pasó a ocupar la Presidencia, deje el cargo y el Congreso convoque a nuevas elecciones.

Quienes protestan han salido cotidianamente a tomar las calles, a realizar marchas, han paralizado carreteras y aeropuertos, los trenes en la región de Cuzco, paso previo para llegar a Machu Picchu, principal destino turístico del país, han dejado de operar; y la prensa local informa que en este poblado han cerrado hoteles y restaurantes, por lo que hoy Cuzco aparece como un pueblo fantasma.

Y es que, como era de esperarse, los turistas extranjeros han dejado de llegar a Perú y los ciudadanos peruanos no están haciendo turismo doméstico. ¿Quién quiere vacacionar en un lugar donde la movilidad y la seguridad no están garantizadas y donde en el último mes se han registrado más de cincuenta muertes por enfrentamientos entre los inconformes y la policía?

Enrique Quiñones, presidente de la Asociación Peruana de Operadores de Turismo Receptivo e Interno, declaró al portar peruano Gestión que calculan que en 2022 llegaron al país un millón 900 mil turistas, en tanto que las proyecciones oficiales para este 2023, antes de que iniciara el conflicto interno, eran de tres millones de visitantes extranjeros, muy lejos de los cuatro millones 400 mil turistas que arribaron en 2019, antes de la pandemia. Hoy, cuando aún no se sabe cuándo se normalizará la situación política y social, esta meta de tres millones se ve muy lejana.

Las protestas y la inestabilidad se mantienen en todo el país, con el consecuente cierre de comercios y despidos de personal. Quiñones calcula que tan sólo en diciembre pasado las pérdidas en el sector turístico ascendieron a 300 millones de dólares, en una nación que en 2022 captó una derrama turística foránea de poco más de dos mil millones de dólares.

Peor aún, el ministro de Comercio Exterior y Turismo, Luis Fernando Helguero, dio a conocer que la situación ha provocado ya la cancelación del 60 por ciento de las reservaciones que se tenían para los seis primeros meses del presente año.

En entrevista con el portal Infobae, el presidente de la Asociación Peruana de Agencias de Viaje y Turismo, Ricardo Acosta, fue más preciso al señalar que la crisis por la que están atravesando no solamente afecta a líneas aéreas, hoteles y restaurantes, sino a toda la cadena productiva y de servicios que integran la industria turística, como artesanos, transportistas, taxistas, comercios, guías de turistas, traductores, etcétera.

Como todos los países en el mundo, Perú venía luchando para resarcir el enorme daño económico que le provocó la pandemia del Covid-19, pero el conflicto que vive hoy en día es un segundo y duro golpe cuando aún no se terminaba de levantar del primero. Lo deseable es que logre su pacificación lo más pronto posible, pero la crisis está escalando y no es de fácil solución. Los partidarios de Castillo no se conformarán con la renuncia de Boluarte ni con la liberación del ex presidente. Se trata de un enfrentamiento de las fuerzas de la izquierda contra las de derecha, en el que, por desgracia, nadie saldrá ganando.

gustavo.armenta@traveltimes.com.mx

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