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Ya es hora de pensar en Tabasco como un gran destino para pasar unas vacaciones

COLUMNA: CIUDAD ABIERTA

Conocí Tabasco a principios de la década de los 80 del siglo pasado. De ese estado sabía muy poco, casi nada, tal vez sólo que era productor de petróleo. Por cuestiones de trabajo llegué en un avión militar y al aterrizar, mirando por la ventanilla, vi tal cantidad de agua entre el intenso follaje verde, como lagunas entre claros de la maleza, que lo primero que pensé fue que todo estaba inundado.

Por Gustavo Armenta

Pero no era así. El verde radiante de su naturaleza y la abundancia de agua es perenne (tiene el 35 por ciento del agua superficial dulce del país) y ambos factores lo caracterizan. En ese viaje recorrí por tierra buena parte de su territorio y fui de asombro en asombro por la belleza de su selva y sus montañas, de sus ríos, pero las ciudades no me impresionaron ni me gustaron. Por esos días Tabasco era una entidad muy lejana de ser un destino turístico.

Mi segunda visita fue hasta trece años después por razones personales y encontré que con el dinero del petróleo Villahermosa, su capital, era otra cosa. Había crecido, se había modernizado y, a pesar del agobiante calor, se había convertido en una ciudad interesante. También conocí la pequeña localidad de Teapa (hoy Pueblo Mágico), un reducto boyante donde sus lujosas mansiones daban cuenta de que ahí se produce a gran escala el oro verde: el plátano.

Al año siguiente, mediados de los 90, trabajando en la elaboración de un libro fotográfico sobre la flora y fauna de los Pantanos de Centla, hice varios viajes de estancias largas. Viví en la ciudad de Frontera y en un barco anclado en el centro de la laguna El Cometa, corazón de esos pantanos. Fueron días felices, de gran libertad, en los que por ropa no usaba más que una camiseta y traje de baño, y en lugar de coche manejaba una lancha de hule con motor fuera de borda en los ríos Grijalva, Usumacinta y San Pedro en el lugar donde confluyen, conocido como Tres Brazos.

De día, desde muy temprano, nos adentrábamos en los inmensos y maravillosos manglares fotografiando orquídeas silvestres y otras flores, una gran cantidad de aves y tortugas, y persiguiendo águilas para captar el momento en que se desplomaban hacia el agua para levantarse con un pez en las garras. De noche buceábamos en la laguna y entre los manglares íbamos en busca de cocodrilos. Fue una de las mejores experiencias de mi vida y entonces descubrí el potencial que esa tierra tenía turísticamente.

En los siguientes años hubo un incipiente desarrollo de la industria turística en el estado, pero lo más estructurado se dio hasta 2013 cuando el gobernador Arturo Núñez planteó tres líneas estratégicas para el desarrollo económico de la entidad y la primera era “recuperar el campo, la agroindustria y el turismo”.

Hoy, una década después, no tengo ninguna duda de que Tabasco tiene todo para ser un gran destino de Ecoturismo, que puede competir con la Huasteca Potosina o con Costa Rica. También puede ser un lugar de Turismo Cultural, con sus vestigios de la cultura Olmeca, con sus zonas arqueológicas como Comalcalco y el parque de La Venta, en Villahermosa, además de su  historia y gastronomía. Entre otras cosas es cuna del cacao y el chocolate, por ejemplo, por lo que ya lleva doce años realizando en Villahermosa el Festival del Chocolate, que este año se llevará a cabo del 15 al 19 de noviembre.

Por todo esto, desde hace unos días el secretario de Turismo de Tabasco, José Antonio Nieves Rodríguez, inauguró en el local conocido como Punto México, de la Secretaría de Turismo federal (Masaryk 172, Ciudad de México) una exposición de lo mejor que producen los tabasqueños, la cual estará durante todo octubre. Visitar esta muestra es un buen inicio para entender que Tabasco bien vale unas vacaciones. ¡Se sorprenderá de todo lo que puede ver y las experiencias que llegará a vivir!

 gustavo.armenta@traveltimes.com.mx

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