Columna Ciudad Abierta
El presidente Lázaro Cárdenas nunca reconoció como un gobierno legítimo al de Francisco Franco, por lo que al triunfo del franquismo en la guerra civil México rompió relaciones diplomáticas con España. Eso sucedió a finales de la década de los treinta del siglo pasado.
Por Gustavo Armenta
Fue hasta muchos años después, en marzo de 1977, ya con Franco muerto y con Adolfo Suárez como Jefe de Gobierno español, que el presidente José López Portillo aceptó reestablecer relaciones diplomáticas con España. Para sellar tal acontecimiento, en abril de ese año Suárez realizó una visita oficial a México y en octubre López Portillo hizo lo propio viajando a España.
En ese viaje, el presidente mexicano, que siempre había presumido que su familia provenía de tierras españolas, recorrió varias ciudades entre las que incluyó al poblado de Caparroso, cuna de los López Portillo, de donde emigraron en el siglo XVI.
Las crónicas de la época, que se encuentran en el Archivo Real y General de Navarra, relatan lo siguiente: “En Caparroso el presidente López Portillo fue agasajado con una comida oficial en la que se invitó a 200 comensales, y además se compraron 70 conejos para hacer calderetes populares y cuatro mil bocadillos. Las raíces navarras y particularmente caparrosinas eran tan profundas para López Portillo que, poco antes, cuando en 1976 tomó posesión de la Presidencia de la República, llegó a invitar a una delegación de Caparroso encabezada por su alcalde, que asistió a Ciudad de México al igual que hicieron otros mandatarios internacionales”. En esos días, sin saberlo, López Portillo estaba haciendo lo que hoy conocemos como “Turismo Genealógico”.
Y es que, según define la Escuela de Gestión Turística Ostelea, ubicada en Barcelona, el Turismo Genealógico consiste en viajar con el único objetivo de descubrir los orígenes de uno mismo. Inclusive, es común que un viaje de esta naturaleza comience con un análisis del propio ADN “que revela los orígenes étnicos y culturales que llevamos en la sangre. La genética sirve como único pretexto para conocer y experimentar un nuevo destino que, de alguna forma, resulta familiar”.
Otro punto de partida es la reconstrucción del árbol genealógico familiar, tarea que a muchos de nosotros nos pidieron realizar en la secundaria y cuya fuente de información fueron nuestras abuelas y padres. Ya con estos datos, el interesado traza una ruta de viaje que lo llevará al mundo de sus antepasados.
Ostelea explica que, aunque no existe un perfil definido del turista genealógico, “por lo general, suele ser una persona inquieta que no tiene reparo en realizar un viaje intercontinental de larga duración y en solitario. No busca grandes lujos ni comodidades. Su viaje responde, más bien, a un claro objetivo: conocer sus orígenes”.
Por su parte, un estudio efectuado recientemente sobre este tema por la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Málaga, publicado en la revista Heliyon, “señala un incremento en los viajes a lugares de origen familiar coincidiendo con un aumento de la investigación genealógica, aspectos que repercuten en una mayor demanda de servicios turísticos en estos lugares de destino”.
Al igual que cualquier otro segmento turístico, el Turismo Genealógico conlleva repercusiones sociales. Por lo que una de las conclusiones de este estudio advierte que “es esencial que las administraciones públicasreconozcan el valor que posee la investigación genealógica para la promoción de la cultura y el patrimonio urbano, o para el desarrollo de la actividad turística en zonas del país especialmente ligadas al ámbito rural. En sectores distintos a la genealogía, como en el ecoturismo, se enfatiza que esta promoción turística en zonas rurales contribuye a mejorar la conciencia ambiental de visitantes y de la población local, así como a preservar el patrimonio natural de estas zonas”.
Motivos o pretextos para viajar hay muchos, y la curiosidad por conocer nuestro origen se suma a esa lista porque, sin duda, todos queremos saber de dónde venimos.