Barcelona vibra con la magia de Sant Jordi. Las calles rebosan de libros, rosas y parejas que se pierden entre las paradas del paseo de Gràcia o las Ramblas. Pero esta festividad no solo se disfruta con la vista y el tacto, sino también con el paladar. En el corazón de la Barceloneta, frente al mar, el restaurante Shôko ofrece una experiencia gastronómica única para celebrar el día más romántico de Cataluña.
Desde la cocina, el chef Paolo D’Angelo despliega su creatividad con un menú especial diseñado para sorprender. Los primeros platos abren el apetito con una elección difícil: un carpaccio de bacalao con coulis de tomate y tapenade o unos suaves ravioli de calabaza asada con mantequilla tostada y stracciatella. La sutileza de los ingredientes y la precisión en cada bocado demuestran que aquí no se deja nada al azar.
Los platos principales continúan con esta sinfonía de sabores. La lubina asada llega en su punto perfecto, acompañada de ñoquis caseros al nero di sepia y una salsa de marisco que recuerda al Mediterráneo en cada cucharada. Para los amantes de la carne, la carrillera confitada con parmentier de patatas y salsa trufada se deshace con el mínimo esfuerzo, liberando su sabor profundo y reconfortante.

El broche final lo pone el postre: una mousse de chocolate Araguani 72% con mousse de caramelo, relleno de frutos rojos y rosas. Suave, intenso y delicado a la vez, es el colofón ideal para esta experiencia gastronómica. Y para acompañarlo, el Pink Surprise Cosmopolitan, un cóctel que combina frescura y un sutil toque floral, cerrando la velada con elegancia.
Pero lo que realmente hace especial esta propuesta es su lado solidario. Cada comensal recibe una rosa de la campaña ‘Roses que curen’, un gesto que va más allá de la tradición y se convierte en apoyo a la investigación de enfermedades como el cáncer de mama y los trastornos neurológicos. Shôko no solo ofrece un festín para los sentidos, sino que invita a formar parte de una causa noble.
Sant Jordi es cultura, amor y, ahora más que nunca, solidaridad. En Shôko, esta celebración se convierte en una experiencia completa, donde cada plato cuenta una historia y cada rosa tiene un propósito.